Cuatro escenarios de distintas ciudades niponas acogerán la segunda versión furera de Turandot de Puccini (tras la que dirigió Carlus Padrissa en 2012 en la Bayerische Staatsoper Munich). La propuesta de Álex Ollé se podrá ver en dos espacios de la ciudad de Tokio, el Bunka Kaikan (12, 13 y 14 de julio) y el New National Theatre (18, 20, 21 y 22 de julio) y también en el Biwako Hall de Otsu (27, 28 de julio) y en el Cultural Arts Theatre de Sapporo (3 y 4 de agosto). Ya se pueden adquirir las entradas a través de este enlace.
La gira está enmarcada en el marco del Summer Festival Opera 2019 y cuenta con la participación de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya. Entre los solistas que participarán en la producción cabe destacar a las sopranos Iréne Theorin y Jennifer Wilson, como princesa Turandot, los tenores Teodor Ilincăi y David Pomeroy como Calaf, las sopranos japonesas Nakamura Eri y Sunakawa Ryoko en el papel de Liú y los bajos Riccardo Zanellato y Tsumaya Hidekazu en el rol de Timur.
Una pirámide invertida oprimente
Con Turandot, Giacomo Puccini dejó tras de si una ópera inacabada. Se trataba de un cuento terrible, que parecía hablar del amor, aunque en realidad hablaba mucho más del poder, de la fascinación que el poder genera en quienes se atreven a mirarlo a la cara. ¿Pero qué sería de la belleza de Turandot sin la puesta en escena de la crueldad de su poder? De ahí surgió la primera idea de construir una pirámide, que pronto evolucionó hacia la de una pirámide invertida, porque transmite una sensación más oprimente: la sensación de un espacio cerrado, en el que la base, que es donde se apiña el pueblo desesperado y harapiento, es angustiosamente estrecha; un espacio donde el poder, en lo alto, resulta tan espléndido como avasallador.
Por la retícula de escaleras que se encaraman por las paredes de la pirámide invertida ascienden quienes aspiran a acercarse al poder. En esta idea se amalgaman a la vez imágenes de Blade Runner, de las minas de oro de Serra Pelada del fotógrafo Sebastião Salgado, de las escaleras infinitas de Escher, o de las pesadillas de El Castilloo de El Procesode Kafka. Es un universo intemporal, que tanto puede remitirnos a un pasado ignoto como a un futuro lejano, da igual si se trata de un palacio o de una nave espacial. Turandot es, sin duda, un cuento fantástico, un cuento que se atiene a una lógica distinta a la que rige el mundo real. El de Turandot es un mundo simbólico, un espacio cerrado del cual no es posible escapar.