Con Manon Lescaut, Puccini concibió sobre todo una gran historia de amor con un final de trágica y grandiosa desesperación. Pero es preciso no olvidar que esta ópera tiene otras capas, como el ansia de libertad o la ambición de ascenso social referidas a una mujer. Afrontar hoy una historia de estas características implicaba encontrar el camino que permitiera llevarla hacia el presente. ¿Cómo hacer de Manon Lescaut una heroína moderna? Porque lo cierto es que hoy todo está en movimiento. Las masas humanas de los países más desfavorecidos han echado a andar y se desplazan, atravesando desiertos de arena y mares peligrosos, en busca de la dignidad, la libertad, la supervivencia. La periferia se abate sobre el centro, y a su vez el centro se escabulle y se desplaza hacia lugares ocultos para sustraerse a la masa que ansía alcanzarlo.
Manon Lescaut es, en esta versión, una inmigrante sin papeles. Podría venir de cualquier lugar del mundo huyendo de la miseria, de la guerra, del maltrato, de la degradación social, o simplemente atraída por las oportunidades que se ofrecen a los ojos de quienes ven en el espejismo de Europa un paraíso de felicidad. En torno a su personaje, una nueva dramaturgia permite una relectura contemporánea de la historia concebida por Puccini. Manon Lescaut muere esta vez víctima de una deshumanización capaz de calcinar cualquier paisaje y convertirlo todo en un desierto, un desierto de amor.