Concebida como acumulación de preguntas y respuestas imposibles, esta puesta en escena se materializa en forma de caja negra: el gran enigma, en realidad metáfora moderna de la mente humana. Un bloque aparentemente simple que guarda en su interior la complejidad de los códigos oníricos y la información sobre la trágica muerte de Mélisande, y que a la vez se relaciona con el mundo exterior a través de un elemento fundamental, el agua.
La ópera simbolista de Debussy se explora a través del lenguaje de los sueños, evidentemente tras la estela de Maeterlinck, Freud y el surrealismo, y estéticamente cercana a creadores actuales como Lars Von Trier o David Lynch. En esta propuesta Mélisande vive una historia circular, la suya, que también el espectador vivirá como su propio sueño.