La Nariz, ópera de Dimitri Shostakóvich a partir del cuento de Nikolái Gógol, narra la historia de una nariz que se desprende del rostro de su propietario y llega a superarlo en el escalafón social. El furero Àlex Ollé la reinventa zambulléndose en universos que tienen que ver con el Surrealismo y con el mismo Freud, con Kafka, con el primer Brecht (el más loco, el más cáustico), el Absurdo, Boris Vian (su ligereza metafórica), el Orwell de 1984 (y su radiografía de los totalitarismos), el Genet de El Balcón, incluso algunas fantasías distópicas y oníricas del cine de ciencia ficción.
El próximo domingo 1 de mayo se estrena en The Royal Danish Opera de Copenhague. Se podrá ver en 5 ocasiones entre el 1 y el 29 de mayo. La nueva ópera dirigida por Álex Ollé, con una durada 2 horas, cuenta con sus colaboraciones habituales: la escnografía de Alfons Flores y el vestuario de LLuc Castells, entre otros. Se pueden adquirir localidades a través de este enlace.
Al cuento clásico, publicado por Gógol en 1835-36, se le suma el punto de vista de Shostakóvich, que compone su ópera en 1927-1930, en el tumultuoso período de entreguerras en la Unión Soviética. En todo caso, La Nariz no puede ser tratada sólo como un juguete absurdo, porque la música de Shostakóvich es concebida como caricatura feroz, despiadadamente sarcástica, de la sociedad jerárquica y clasista en tiempos del zarismo.
La Nariz nos conduce hacia el mundo de las altas jerarquías políticas y económicas. Habita unas formas arquitectónicas representativas del poder social: rascacielos, bancos, sedes financieras y gubernamentales. Lo que buscábamos era una puesta en escena en la que el público reconociera su propio mundo, el que aparece en los telediarios, y se sintiera asaltado de pronto por la inquietud.