La ópera barroca Idomenée (1712), de André Campra, tiene como tema un denso entramado de pasiones donde intervienen, de un lado, los vengativos dioses Venus, Eolo, Neptuno y Némesis y, del otro, personajes surgidos de la Guerra de Troya como Idomeneo, su hijo Idamante, la princesa Ilione, prisionera troyana, y Electra, la hija de Agamenón. La música barroca crea un distanciamiento emocional que la puesta en escena, buscando la sensibilidad del espectador actual, ha procurado transformar centrando el interés en el trauma de la guerra en el que todos están inmersos, de manera que, bajo una capa de verosimilitud psicológica, los personajes parecen vivir atrapados en una pesadilla. La escenografía, construida únicamente con paneles de vidrios rotos, simboliza el alma de los personajes, la fragilidad, los sueños rotos o perdidos, las esperanzas frustradas. Un castillo de cristal suspendido en el aire capaz de reflejar sus pensamientos pero también sus pesadillas.