Origen, divinidad, creación, cólera, rendición y nacimiento del sol definitivo y eterno. La Leyenda de los 3 Soles inspirado en la cultura azteca nace del director artístico Pera Tantiñá para contar la leyenda a través de danza aérea, hombres de barro, fuego y color.
Según la cultura azteca, al principio no había nada, por lo que Ometéotl, el dios de la dualidad, el dios eterno, creó a los cuatro hermanos, los dioses primitivos. Separados por regiones, Xipe Tótec (rojo) al este, Tezcatlipoca (negro) al norte, Quetzalcóatl (blanco) al oeste y Huitzilopochtli (azul) al sur, fueron los creadores del mundo: lagos, montañas, mares y los seres humanos.
Al principio, todo eran tinieblas porque no existía ningún sol y los seres humanos eran tenebrosos. Así entonces, los dioses decidieron transformarse en sol para alumbrar la Tierra. El primero fue Quetzalcóatl. Sin embargo, Tezcatlipoca llevado por su envidia, subió a los cielos y de un zarpazo derrumbo a su hermano. Quetzalcóatl en su caída provocó un gigantesco vendaval que lo destruyó todo. Para emmendar su error, los dioses pusieron a Tláloc por sol, dios de las cosechas que permitió abundancia y que los hombres fueran felices. No obstante, los hombres se dedicaron a los placeres malsanos destruyendo el mundo irrespetuosamente. Chalchiuhtlicue hasta de tanta podredumbre pidió ayuda al dios del fuego, Huehuetéotl, para que destruyera la humanidad y se desató entonces una lluvia de fuego. Los seres humanos aterrorizados, rogaron a los dioses que les convirtieran en pájaros para huir. Los dioses primitivos, creadores de la evolución de la humanidad, les dieron alas blancas para ayudarlos a escapar.
Las tinieblas reinaban en el mundo, por lo que los cuatro hermanos ser reunieron para crear un nuevo sol eterno y definitivo. Necesitarían de dos de ellos, uno para que fuera sol y el otro para que fuera luna, y así, encontrar el equilibrio. El tercer sol nació, y junto a su compañera la luna, restauraron el equilibrio permitiendo a la humanidad renacer en el mundo definitivo.
